Los baños de bosque son una práctica originaria de Japón (mediados de los años 80 del siglo pasado), cuya fuente, por tanto, mana de la tradición oriental. La “exportación” de esta práctica a occidente no puede hacer olvidar que en nuestra cultura también hubo una tradición en la que se veneraban los bosques. Para mi es importante recordar esta tradición pues es la prueba de la universalidad del lenguaje entre el bosque y el ser humano. Se podrían citar multitud de culturas y civilizaciones que basaban su existencia y desarrollo en el bosque pero me voy a centrar en aquella que nos toca más de cerca, la cultura celtíbera.
Los íberos, moradores del arco mediterráneo, con origen principal en los bosques del Pirineo y Prepirineo, tenían como hermanos a los árboles (Barniol, Joan)….y los celtas, moradores del arco atlántico, seguían un calendario arbóreo, dándonos una idea de la importancia que tenían para ellos los árboles y los bosques. Ambos pueblos tienen tradición druídica que ha llegado hasta nuestros días gravemente distorsionada (neopaganismo).
(Fuente: Green, Miranda J. «Guía completa del mundo celta.» Ed. Oberon.),
La importancia y la comprensión de la naturaleza en occidente ha sufrido serios altibajos desde la desaparición de estos pueblos pero voy a rescatar aquellos hitos que supusieron una continuidad actualizada de la concepción dual, circadiana, sentimental y simbólica de aquellos pueblos precursores concebida a través de métodos empíricos, intuitivos y sensoriales. Así, la visión romántica de Goethe, más conocido por sus obras literarias que científicas, sentó las bases de la comprensión orgánica de las plantas que posteriormente desarrollaría Rudolf Steiner, ya a principios del Siglo XX, cuya aportación a través de las prácticas biodinámicas vino a completar esa visión de la naturaleza en la que se empezaba a vislumbrar el organismo (ya sea vegetal o animal) integrado en el todo, formando parte de la unidad de la vida….acercándonos así a la concepción holística de la vida (Wirz, J. 1997; Holdrege, C. 1996, Biología Holística Global).
De esta forma (intuitiva), Steiner establece una relación entre las plantas y el hombre confeccionando una correspondencia entre las diferentes partes y/o órganos que forman las plantas con las propias del ser humano con sus aplicaciones correspondientes (alimentación y usos terapéuticos).
Pero además, el estudio de las fuerzas o energías cósmicas (luz) y telúricas (sombra u oscuridad) de nuestro planeta a través de la observación y experimentación ha dado como resultado la comprensión de los fenómenos y formas de vida naturales, cuya multiplicidad de formas (vegetales y animales), que varían según el ambiente, han facilitado el percibir las cualidades de la totalidad a la que pertenecen (Colmenares Gil, R.). Así, podemos aprender el lenguaje no verbal de la naturaleza a través de sus formas (plantas y animales), que son las “palabras” que nos permiten comprender su idioma. Los baños de bosque, además de mejorar nuestra salud pueden convertirse en una herramienta para la comprensión del lenguaje de la naturaleza, haciendo de esta práctica un auténtico arte de comunicación natural entre nosotr@s y nuestro medio, recuperando de este modo la tradición occidental.
Es mi deseo contribuir a la recuperación de la tradición occidental del contacto con los bosques a través de los baños de bosque, promocionando con ello la singular idiosincrasia de nuestra cultura, de los lugares donde se desarrollen los paseos a fin de fortalecer nuestros lazos emocionales con nuestro hogar, con nuestros bosques, con sus prácticas tradicionales, con nosotr@s mism@s….