¿Por qué vamos a los bosques? Esta es una pregunta sencilla al igual que la multitud de razones que podrían dar respuesta a la cuestión y, aún así, inmersos en esta atmósfera de simplicidad, preferimos mayoritariamente vivir en ambientes urbanos. Las comodidades que disfrutamos en estos entornos (múltiples servicios, mayor grado de movilidad…) permiten, a su vez, reducir tiempos y espacios en nuestros quehaceres, lo que redunda en nuestro bienestar al disponer de mayor tiempo libre. Así, dadas estas ventajas (entre otras muchas), parece comprensible y lógica la predilección por habitar zonas urbanizadas.
Tras un prolongado proceso urbanizador que se ha dilatado hasta nuestros días, el ser humano se ha ido adaptando a los cambios que él mismo ha ido generando. Esta capacidad de adaptación forma parte de nuestra esencia como especie y nos ha permitido “evolucionar”, en términos darwinianos, hacia lo que, desde En Busca del Bosque denominamos, cómo el ser urbano.
En esta evolución hemos experimentado una pérdida de hábitats naturales en favor de hábitats artificiales (pavimentación, infraestructuras….) que, de facto, nos han aislado de nuestros entornos haciendo que simple y llanamente “vivamos sobre ellos”, considerándolos cómo meros soportes, en lugar de “vivirlos”, tal y como hacían nuestros ancestros, relacionándose conscientemente con su entorno a través de los sentidos permitiéndoles a la postre el conocimiento holístico del lugar donde se asentaban, cualesquiera que fueran sus características propias, afianzando así el vínculo ancestral con la naturaleza transmitido por nuestros antepasados.
Esta cadena de transmisión de conocimiento ancestral se ha visto gravemente dañada al calor del “proceso evolutivo urbano”, chamuscando la conexión intergeneracional y con ella, la propia conexión con nuestro hábitat, nuestro vínculo.
Por eso desde En Busca del Bosque proponemos un viaje al bosque sin equipaje provistos tan solo de nuestros sentidos que, utilizados conscientemente, nos pueden abrir una puerta que nos invite a acceder a una parte de nosotros comúnmente olvidada: nuestra esencia.
Recuperando nuestra esencia, nuestra memoria…es posible restablecer la conexión perdida, no solo con nuestro entorno (también social) si no también con nosotros mismos, al conseguir alinear y/o adaptar nuestros quehaceres a nuestras capacidades innatas.
Con los baños de bosque podemos experimentar ese estado emocional positivo, esa fluidez (flow– Csikszentmihalyi-) que refuerce nuestra vitalidad alejándonos de la enfermedad.
Con todo, el desarrollo del modelo urbano trajo consigo un estilo de vida novedoso cuyos efectos en la salud humana también fueron novedosos. Así, patologías como el estrés, ansiedad….unidas o no a enfermedades respiratorias o alergias de todo tipo, etc….por citar sólo algunas, aparecen en respuesta a la exposición y/o conjunción de diversos factores, como la sobreaceleración de los ritmos vitales, contaminación atmosférica y acústica….típicos de las zonas urbanas.
Así pues, estos rasgos culturales propios de las sociedades urbanizadas como la nuestra, han configurado un escenario vital que tiende a la homogeneidad dado que la difusión de este modelo ha llegado incluso hasta las zonas rurales, modificando con ello los modos de vida de la población rural, de tal forma que puedes vivir en el campo disfrutando de las mismas comodidades que se pueden encontrar en las ciudades. Esta homogenización en el estilo de vida viene acompañada per sé por una pérdida de diversidad, tanto cultural (modelado del paisaje) como natural (biodiversidad), pudiendo desembocar finalmente en una pérdida identitaria que nos puede conducir a una desvinculación afectiva con nuestro entorno e incluso trasladarse a la esfera social.
Afortunadamente, cada vez más arquitectos y urbanistas dedican sus esfuerzos a naturalizar los paisajes urbanos, algo que sin duda les añade mayor valor, porque, además del propio valor cultural que atesoran en muchos casos, suman la historia de las vidas de sus plantas y árboles, además de multitud de seres asociados, que se encuentran afincados en sus zonas verdes. De esta forma, recuperando la vida a nuestro alrededor, nos volvemos más vitales y creamos un entorno que nos humaniza, puesto que nos da pie a interactuar, no sólo con familiares y amigos (parques y zonas verdes cómo lugares de reunión) si no con el propio lugar.
Esta vuelta a la vitalidad que ofrece la naturaleza resurge en respuesta a su escasez (trastorno déficit de naturaleza, Louv) brindándonos la oportunidad de mirarnos nuevamente ante el espejo de nuestras plantas, árboles y bosques….reflejando el carácter único de cada ser, reflejando de nuevo esa diversidad, esa riqueza de la que formamos parte…
En Busca del Bosque germina aquí y ahora tras un prolongado letargo, para crecer y elevarse gracias al aporte humano que lo nutre anhelando rememorar una perspectiva olvidada que nos haga percibir de nuevo la unidad de la que formamos parte.
Nos complace invitarte a contribuir al crecimiento de este proyecto para que seas, si así lo deseas, la savia que lo irrigue fluyendo a través de ella, diluyéndote conscientemente hasta convertirte en alimento vital que vuelve transformado tras la inmersión. Para recibir las dádivas de esta inmersión es necesario que te acerques y veas, huelas, oigas, toques y degustes todo lo que la naturaleza tiene para ofrecerte…nosotros te acompañaremos gustosamente compartiendo contigo momentos únicos que deseamos de todo corazón que aniden en tu interior esperando que cristalicen gestando un nuevo fruto. Ese fruto será la muestra de tu transformación, de tu relación con la naturaleza, del regalo que mana del amor incondicional de Nuestra Madre y en el que se engarzan cómo auténticos diamantes las semillas que contienen nuestro más preciado tesoro:
Nuestra esencia, nuestro origen, lo que somos….
El bosque te dice: ¿Te animas a pasear con nosotros?